Lo aseguró Juan Pablo Zorza, psicólogo y especialista en Convivencia Escolar. Advirtió que hoy “hay situaciones donde se violenta psicológica o físicamente con más crueldad que antes”

La semana pasada se dio a conocer el caso de Lauti Diez. Un pequeño de 13 años que se encuentra internado en estado delicado por bulimia nerviosa. La causa, “el bullying” que padeció durante años por parte de un compañero de escuela. Así lo confirmaron los profesionales que lo atendieron y sus padres. Javier, su papá, en un relato desgarrador admitió en declaraciones radiales que “por la discriminación que sufrió terminó enfermo”. Este hecho puso en el centro de la escena nuevamente el debate sobre el acoso escolar y sus consecuencias. En este sentido, el licenciado Juan Pablo Zorza admitió que los casos tienen más virulencia y “causan más daño” que en épocas anteriores.

-Muchas veces se confunde un conflicto entre alumnos con bullying. Por eso ¿cómo se puede caracterizar este tipo de acoso? 

-Es un fenómeno dentro de lo que se denomina Violencia Escolar, es uno de sus tipos. Ella abarca varias cosas, puede ser profesor-alumno, alumno-profesor, o entre alumnos, pueden ser episodios aislados. En general es una conducta que trata de imponer o dañar a otro. El bullying estaría dentro de varios episodios de violencia pero se da siempre en relación de pares, o sea, siempre entre compañeros. Las características que tiene es que se da en un proceso sostenido en el tiempo, de forma sistemática, donde un grupo en general o un alumno de mayor poder violenta o daña a otro niño o niña que tiene menos poder. La asimetría es fundamental. No sólo se da esta conducta violenta y agresiva sino que se da en el tiempo y de forma sistemática. Hay una intención de forma predeterminada. Yo quiero dañar al otro, molestarlo, cargarlo de forma sistemática. La asimetría de poder es fundamental porque si no se trata de conflictos que no son necesariamente bullying. Puede haber una pelea, un encuentro verbal con otro que no significa bullying. La mayoría de los chicos tienen conflictos en la escuela, los pueden solucionar de manera pacífica y otras veces hay agresiones. Si eso se da de manera aislada, no es bullying. Si a veces se cargan y hay una línea difícil de diferenciar, con algún apodo o cargada que es circunstancial, tampoco es bullying. Pero si el episodio es sistemático y se sostiene en el tiempo, recién ahí se habla de bullying. Al haber tenido este tema mucha repercusión mediática, se tiende a confundir.

-¿Cuál es el rol del docente en medio de esto? 

– Al bullying yo no lo considero de forma aislada entre los compañeros, si no existe lo que se puede llamar un sistema bullying. Este puede promover o prevenir lo que les sucede a los alumnos. Sería un error conceptual pensar que sólo tiene que ver con lo que les pasa a dos chicos. Entonces, dentro de este sistema en donde uno, como tiene más poder, agrede a otro, y ese alumno con menos poder se transforma en víctima, se genera una relación de sumisión que es la más riesgosa. Pero esto no se da de forma aislada sino que se da donde hay otros compañeros que pueden ayudar a quien agrede, apoyarlo, a partir de cargarlo o asumir que el chiste es gracioso. Y hay otros que observan esto, que es un subgrupo al que llamamos `espectadores´. Si bien no favorecen que se produzca esto, con su silencio se hacen cómplices. El docente estaría también en una interfase, un intermedio. Muchas veces se pueden observar algunas cosas pero muchas veces no. En general estas conductas entre los compañeros se dan a espaldas de los docentes. Las investigaciones marcan que los docentes ven que la mayoría de los conflictos se da fuera del aula. Pero los alumnos dicen que se dan tanto en el recreo como dentro del aula. Esto quiere decir que hay cosas que los chicos hacen de las que el docente no se da cuenta. Entonces es muy difícil que prevenga esto si sucede. Ahí se debe trabajar fuertemente la figura del `espectador`, del alumno que no está involucrado directamente, o sea que no es agresor, ni tiene rol de víctima pero que observa esto y al observar toma decisiones. O no hace nada, y avala, o sea, hace que esto sea legítimo, o hace algo con sus compañeros y habilita al adulto para promover una acción concreta. El rol del docente ahí tiene que ver con la intervención directa si se identifica esto. Hay un protocolo de acción que la escuela puede aplicar de acuerdo con su experiencia. Esto puede ser desde buscar información -es decir, si este episodio se está dando, de qué manera se está dando- para preservar a quien está en el rol de víctima. Aunque la intervención guiada por profesionales es mejor que la intervención sin saber qué hacer. Porque preservar a la víctima es fundamental, no exponerla a situaciones grupales o de resolver el conflicto con el otro compañero como instancia de mediación. Si detectamos bullying hay que seguir protocolos de acción que se realizarán de acuerdo a cada colegio. La articulación entre familias, maestros, directivos y profesionales es necesaria. Hoy existen protocolos de actuación que deben ser redefinidos según el problema particular que abordemos. En la experiencia de trabajo en escuelas, observo que los integrantes de toda la comunidad educativa al tener experiencia de intervención en casos de acoso escolar van interiorizando estrategias y modos de intervención singulares a su realidad.
A nivel preventivo, además de incorporar la educación emocional y moral como espacio curricular, se requiere repensar cómo se gestiona la convivencia en las escuelas.

-Los docentes están capacitados para actuar, ¿deben educarse al respecto? 

-El problema es que no es sólo capacitar al docente. Entendido que el docente sólo por recibir un curso de formación puede intervenir directamente, eso es una parte, porque si no se ponen todo el acento y la responsabilidad en el docente. Y es bastante complejo para que lo pueda detectar solo y resolverlo. Caemos en enfrentamientos entre padres y docentes porque no pudieron ver y, en realidad, el primer punto a resolver es cómo se piensa la relación familia-escuela en situaciones problemáticas con los alumnos. Ese lugar sería más complejo porque habría que ver si las escuelas guiadas por profesionales pueden empezar a ver cómo se gestiona la convivencia. Para trabajar preventivamente existen niveles, uno sería el de gestión de convivencia, cómo hacemos para que los conflictos de los alumnos sean en instancias de aprendizaje, cómo regular su emoción, cómo no ser agresivos, decrecer en la agresión y no llegar a imponer a los otros violentamente lo que quieren. Hay que replantearse a la escuela en general. Hay una transición entre la escuela donde se privilegiaba la disciplina, en donde había normas claras y situaciones puntuales a sancionar, con un sistema punitivo. Ante ese sistema clásico de la amonestación ahora hay una propuesta más democrática, donde existiría la elaboración participativa entre docentes y alumnos de ciertas normas de convivencia. En esa transición las escuelas se encuentran y caen en algo más difuso, que sería como una gestión difusa, en donde no saben bien qué hacer cada uno de los actores. No saben si aplicar sanción porque se cree que no es adecuada dentro de este paradigma y no saben qué hacer y quién tiene que hacer. Entonces, el primer punto es trabajar cómo la escuela gestiona la convivencia con los alumnos, en donde hay una elaboración participativa de normas.

-¿Qué ayuda a prevenir el bullying? 

-Hay algo central para prevenir el bullying que es romper con el silencio y la impunidad. Esos dos aspectos, cuando se dan, favorecen el bullying y hacen que no se pueda intervenir. Esto de romper el silencio implica que esto sea un tema de discusión, significa que los niños y las niñas encuentren un adulto familiar o presente en la escuela que esté dispuesto a escuchar. Los chicos van a hablar cuando alguien esté dispuesto a escuchar y a hacerse cargo, porque si no los chicos hacen este razonamiento: “Si nadie me da respuesta del otro lado y me tengo que acomodar en mi grupo, que tiene características agresivas, me acomodo al grupo”. Romper el silencio nos compete al entorno escolar y social. Y el otro, la impunidad; una vez que se dieron cuenta de la agresión, si el alumno y todo el grupo ve que esa agresión no es sancionada, lo que se aprende es que para sobrevivir en el sistema tengo que hacer básicamente lo mismo. 

-¿Entonces las víctimas se transforman en victimarios? 
-Hay investigaciones que muestran que algunas víctimas de acoso que tienen cierta habilidad social y se pueden defender, se empiezan a transformar en acosadores. Es decir, si hay impunidad se rompe una cuestión recíproca; es decir, ‘yo no te hago daño a vos porque entiendo, en la sociedad y en mi aula, que el otro no me va a dañar a mí’. Pero si eso no se da en el tiempo y no hay reciprocidad, es decir, ‘yo no te daño pero vos me podés dañar cuando querés y no pasa nada’, se empieza a romper esto y el alumno lo toma como algo natural. O sea, el que es víctima empieza, en el 50% de los casos, a tomar el rol del victimario. Esto se ve que no es rígido, pero si dentro del aula está permitida la agresión es más fácil que surja.

-¿Hay más casos de bullying o hay más conocimiento de lo que es el acoso escolar y por eso se denuncia más la situación? 

-En cuatro escuelas públicas y privadas, no específicamente de bullying pero sí en la percepción de violencia entre los compañeros, lo que se observa es que la violencia verbal, las etiquetas que se ponen, cómo se nominan, es lo que más les preocupa a los chicos y en mayor porcentaje a los que están sufriendo la violencia; aunque no es bullying favorece el contexto del bullying. Y si bien existió siempre este fenómeno de acoso escolar, el mayor conocimiento hace que uno pueda tomar más contacto e intervenir. Pero sí creo que ha cambiado la gravedad. ¿En qué sentido?, en que la conducta violenta suele ser más cruel que antes porque tampoco hay un sistema disciplinario que la sancione y controle. Entonces, en esto de que hay una cierta anomia y que hay impunidad, creo que los estallidos de violencia en los casos más graves son con características diferentes a los de antes. Nos encontramos con situaciones donde se violenta psicológica o físicamente con más crueldad, con mayor daño. Eso sí puede haber cambiado; antes existía pero no con el nivel de daño que se ve ahora.

-¿Hay diferencia entre colegios públicos y privados? ¿El estrato social tiene influencia sobre este tipo de violencia escolar? 

-Lo que observamos en percepción de violencia y lo que las investigaciones muestran es que en las escuelas privadas hay percepción más alta de violencia. No hablo de bullying sino cómo perciben la violencia los chicos. Tiene varias lecturas, pero se puede leer cómo en la escuela privada hay más expectativas depositadas en lo escolar, en referencia a más cosas que la escuela les da y por eso hay una crítica más grande. Y puede existir más prevalencia de algún tipo de conflicto. En las escuelas públicas, en los casos en los que se combinan entornos de mucha carencia y de pobreza extrema, la situación de marginalidad irrumpe directamente en el espacio escolar. En algunos estudios etnográficos se ve que en escuelas donde hay situaciones de marginalidad se visualiza violencia. Pero de todos modos, aunque con diferentes variables, está en las dos. 

Luciana Panella
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