El autor realiza aquí aportes de esta rama de la disciplina en la prevención de accidentes de tránsito y de la necesidad urgente de su implementación.

La psicología del tránsito es una nueva especialidad dentro de la psicología que busca mejorar la calidad de vida de los distintos actores del tránsito, en la que el psicólogo integra un equipo interdisciplinario y desempeña un importante papel no sólo como evaluador para habilitar una licencia de conducir, sino como investigador de los factores humanos, medioambientales y técnicos que provocan los accidentes.

Se sabe que los accidentes de tránsito son multicausales, pero la mayoría de los estudios apuntan a que el principal protagonista es el ser humano; todos y cada uno, atravesados por rasgos de personalidad diferentes y formas de resolver una situación frente al volante.

Según la Comisión de Psicólogos del Tránsito de la Federación de Psicologos de la Argentina, mueren más de 20 personas en accidentes de tránsito por día, y muchas más, quedan con heridas graves y discapacidad. Nuestro país se ubica en el quinto lugar en accidentes de tránsito dentro del mundo. Según las estadísticas, los accidentes son la primera causa de muerte en menores de 30 años, siendo los varones de 17 a 24 años los que tienen el mayor porcentaje de víctimas.

En la ciudad de Río Cuarto, según datos publicados diario PUNTAL a fines de noviembre, ya hubo doce muertos por accidentes de tránsito. Casi el 60 por ciento fue protagonizado por jóvenes menores de 36 años que transitaban en moto, mientras que el resto fueron peatones y solo hubo un automovilista fallecido.

De esos 12 choques fatales, 7 fueron protagonizados por motociclistas (algo más del 58%), que en su mayoría no llevaban colocado el casco. En tanto, la edad promedio de las víctimas que viajaban en estos rodados menores es de 21 años.

Por otra parte, cuatro de los fallecidos por siniestros viales fueron peatones. La particularidad es que, en todos los casos, fueron personas mayores. La edad promedio de las víctimas es de 82 años. Es decir que, mientras los jóvenes mueren en moto, los mayores lo hacen como peatones.

La fatiga, el cansancio, la ingesta de alcohol, drogas o medicamentos aumentan el riesgo de provocar accidentes. El máximo tolerable permitido para conducir es de 0.5 gramos por litro de alcohol en sangre. A partir de los 2.0 gr/l de alcohol en sangre el riesgo de accidentes es 70 veces mayor. Bajo el efecto del alcohol, se producen alteraciones auditivas y visuales, disminución de los reflejos, alteración en la capacidad de reacción y en la toma de decisiones. Las drogas ilegales, como la marihuana y cocaína, también son causales en la producción de accidentes.

La psicología del tránsito contribuye así al esclarecimiento de las verdaderas causas del accidente, contemplando la totalidad de sus dimensiones, entre ellas el comportamiento vial influido por los siguientes factores: el entorno físico (relacionados al vehículo y las características de las vías de circulación); los aspectos cognitivos y motivacionales. Como así también, los factores socio-culturales y el respeto a las normativas legales.

Desde esta perspectiva el conductor, procesa la información según su capacidad y cuya eficacia está determinada por sus características personales desarrolladas a partir de la educación, habilidades y limitaciones que tenga como conductor. Este convierte toda esta información, en conceptos significativos, que configuran la situación, según la particularidad de cada uno (nivel de alerta, experiencia, patrón de comportamiento, edad, sexo, actitudes, etc.) generando una decisión sobre la acción de conducir.

Por lo tanto, es de suma importancia la educación vial a temprana edad y la  necesidad de realizar permanentes campañas de prevención, orientadas a informar y producir cambios de actitud en los conductores y peatones. No alcanza solamente con informar, habría que hacer hincapié en los cambios de conductas de riesgo en el manejo, desde una educación sobre los actores de todo el sistema vial, siendo imprescindible el previo diagnóstico de la problemática en nuestra ciudad y la puntual intervención sobre el comportamiento vial.

Otra estrategia a seguir debería ser la rehabilitación y el trabajo con personas multiaccidentadas, de manera que resuelvan su tendencia a sufrir accidentes, ya sean por distracciones, omisiones, malos hábitos, imprudencia, o déficit a la hora de evaluar los riesgos, para sí mismos o terceros involucrados.

 Ramiro Parsi.  Licenciado en Psicología – Miembro de la Fundación Clínica de la Familia

psicologia del transito


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