El artículo introduce este concepto, que se refiere a uno de los procesos metacognitivos que ha demostrado mayor influencia en la autorregulación de los niños, su rendimiento escolar y su adaptación social.

Las Funciones Ejecutivas (FEs) representan un heterogéneo conjunto de procesos metacognitivos que dirigen el comportamiento hacia una meta, organizan sub-metas, introducen el tiempo futuro en la conducta y se relacionan globalmente con la planificación y la solución de problemas. En la actualidad, existe consenso en que las FEs abarcan distintos componentes fundamentales, como la memoria de trabajo, el control inhibitorio y la flexibilidad cognitiva, que operan como procesos ejecutivos básicos, y que hay un aspecto de control ejecutivo que es común a las diferentes operaciones. Se ha propuesto que las FEs se sostienen por una red cerebral con nodos en la corteza prefrontal que controla las zonas posteriores y subcorticales del cerebro.

¿Qué significa controlar ejecutivamente?
Cuando los niños logran actuar y decidir qué quieren hacer y cómo hacerlo, más allá del placer inmediato. Por ejemplo, si un niño debe mantenerse sentado estudiando, es necesario que este comportamiento se sostenga por la meta de “aprobar la materia”. Luego, planifique qué es necesario hacer para lograrla (estudiar, prestar atención, etc.), inhiba los distractores del ambiente, regule sus emociones, por ejemplo la frustración generada cuando algo no le sale como quiere, y logre automotivarse para iniciar una actividad que no de placer de forma inmediata. En todos estos procesos de autorregulación las FEs juegan un rol central.

Cuando las FEs no se desarrollan según lo esperable, las dificultades que aparecen son claras. Los niños presentan serias dificultades para organizar y planificar sus tareas diarias, para proponerse objetivos y cumplirlos, para iniciar y terminar una tarea siguiendo un plan. Se observan dificultades atencionales marcadas y complicaciones en la inhibición de conductas automáticas que no son respuestas asertivas a las diferentes situaciones. Estas dificultades en al ámbito escolar se observan por ejemplo, cuando un niño está en el aula y tiene que escuchar a la maestra que da una consigna, copiar la actividad del pizarrón y resolverla. En tal situación, un niño con dificultades en las FEs, además de no lograr establecer como meta la realización de la tarea propuesta, ni de generar un plan de acción y automotivarse para ejecutarlo; no logra regular sus emociones, es decir no puede inhibir su deseo de realizar otra actividad, ni postergarla sosteniendo la atención voluntariamente en lo que se le pide. Al no poder dirigir sus procesos de pensamiento, emociones y conducta en pos de una meta, se observa gran desorganización en sus actividades y marcados problemas de conducta en el aula y con sus compañeros, sumado a dificultades en la adquisición de nuevos aprendizajes y un bajo rendimiento escolar. Acorde a esto, las investigaciones demuestran que las FEs poseen una relevancia mayor que la inteligencia evaluada por capacidades específicas a la hora de considerar el éxito académico y, en muchos casos, el desempeño social de los estudiantes.
Aunque las dificultades muy marcadas en las FEs se asocian con frecuencia a cuadros neurológicos y psicopatológicos como el trastorno por déficit de atención con hiperactividad, síndrome de Tourette, síndrome de Turner, síndrome de cromosoma X frágil, autismo, síndrome de Asperger, trastorno obsesivo compulsivo, esquizofrenia, problemas de conducta, de lenguaje y aprendizaje, entre otros. No siempre hay un trastorno tras estas dificultades, sino que podrían revertirse con un trabajo específico desde el entorno donde el niño vive.

¿Se puede estimular el funcionamiento ejecutivo?
Si bien existen algunos condicionamientos genéticos, el ambiente tiene una elevada influencia en estos procesos. En primer lugar, la familia debe cumplir un rol esencial en el desarrollo del control inhibitorio, es decir, ayudar al niño a postergar un beneficio inmediato por otro a largo plazo. Esto está sumamente relacionado a la capacidad de poner límites claros y decir que “no” ante ciertas conductas o deseos del niño, sin que se llegue a una desorganización afectiva en la familia. En segundo lugar, es sumamente necesaria la armonía emocional en el hogar, que permite el normal desarrollo de la autorregulación de las emociones del niño. En tercer lugar, la posibilidad de secuenciar y planificar con el niño, mediante la organización y consistencia de los refuerzos y estímulos ambientales, es decir, siendo perseverantes en los hábitos que se transmiten y en las respuestas que el entorno dará a las conductas del niño.

Por último, es importante resaltar que si el contexto del niño genera determinadas condiciones, el funcionamiento ejecutivo se optimiza para nuevos aprendizajes. Pero si en el entorno no ofrece condiciones favorables, el funcionamiento ejecutivo se utilizará para la resolución de las incertidumbres y cambios, que presente el contexto.

Los adultos son agentes esenciales en la detección de estas dificultades en los niños y responsables de actuar de manera efectiva. Mucho es lo que se puede realizar desde la educación y el contexto familiar. Si las dificultades presentes son muy marcadas, consultar con un neuropsicólogo especialista en niños, también podría ayudar.

Lic. Juan Pablo Zorza. Psicólogo – M.P. 4512 – Magister en Psicología Social
Lic. Erika M. Beccaría. Psicóloga – M.P. 8010
Miembros de Fundación Clínica de la Familia

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