Las causas que originan la discapacidad no son ni religiosas ni científicas, si no sociales o por lo menos, preponderantemente sociales. No son las limitaciones individuales las raíces del problema, si no las limitaciones de la propia sociedad, para prestar servicios apropiados y para asegurar adecuadamente que las necesidades de las diversas personas con discapacidad sean tenidas en cuenta para participar en sociedad.

Se considera que las personas con discapacidad tienen mucho que aportar a la sociedad, o que, por lo menos, la contribución será en la misma medida que el resto de personas. De esta forma, lo que las personas con discapacidad pueden aportar a la sociedad se encuentra íntimamente relacionado con la inclusión y la aceptación de la diferencia, lo que se consigue mediante políticas de igualdad.

En las sociedades occidentales, durante la mayor parte del siglo XX, la discapacidad venía siendo considerada como un cuerpo o una mente defectuosa. La diversidad funcional individual o anormalidad implicaba dependencia de la familia y de los servicios de asistencia social, muchos de los cuales debían brindarse en instituciones especializadas.

El tercer sector de acción social dispuso que las personas con discapacidad se unieran para condenar su status como ciudadanos de segunda clase. Reorientaron la atención hacia las barreras sociales y ambientales que afectaban a las personas con discapacidad, como el transporte y los edificios inaccesibles, las actitudes discriminatorias y los estereotipos culturales negativos, que incapacitaban a las personas con diversidad. Se centraron en orientar sus críticas hacia los factores que limitaban sus derechos civiles y de la legislación antidiscriminatoria. La finalidad era lograr la igualdad entre todas las personas, con o sin discapacidad.

Las personas con discapacidad tienen derecho a vivir de forma independiente y a participar plenamente en todos los aspectos de la vida.

Diferentes modelos teóricos han intentado explicar qué es la discapacidad y qué reconocimiento se les da a estas personas. En los inicios del siglo XX en cuanto a las causas que dieron origen a esta declaración de intenciones, podrían ser: la guerra y los accidentes laborales. Aún que existen ciertos antecedentes ineludibles que datan de varios siglos atrás en la historia, es a partir de los inicios del siglo XXI cuando nace una nueva forma de abordar la discapacidad, tanto desde la perspectiva social como cultural.

Actualmente la discapacidad se relaciona directamente a la utilidad que la persona con discapacidad tiene para la comunidad. Muchas son las asociaciones que se centran en la inclusión de las personas con discapacidad y también desde la administración se han hecho esfuerzos para su contratación tanto en la empresa privada como pública.

Un paso más adelante, sobre el que se trabaja desde la inclusión, es la convivencia. La convivencia en el aula, trabajo y elementos de placer son fundamentales para que la relación entre personas con o sin discapacidad coexista normalizada.

Si bien, es sabido que existen unas estructuras o funciones corporales que pueden incidir en cierto grado de discapacidad, la ejecución de actividades y participación de la persona están en relación directa con los factores contextuales que le rodean. Sobre los factores contextuales tenemos que diferenciar entre los facilitadores y barreras del entorno y de los propios factores personales.

Respecto de la discapacidad, la persona se puede encontrar en varias situaciones de riesgo. Como es la tendencia al aislamiento social, especialmente relevante, teniendo en cuenta que cuantos más apoyos instrumentales y emocionales tenga la persona con mayor facilidad se enfrentará a situaciones potencialmente adversas.

El fin último perseguido es eliminar las barreras que impiden la participación plena y efectiva en sociedad, en igualdad de condiciones.

En situaciones de conspiración de silencio, es decir, las familias que por vergüenza o miedo niega la situación real en la que se encuentra la persona con discapacidad. El sobreproteccionismo, los sentimientos de culpa del entorno familiar, la ausencia de apoyo social, el control percibido y otras variables contextuales, tales como el género, edad, parentesco y salud del cuidador, son elementos a tener en cuenta.

En relación a las familias, aquellas multiproblemáticas presentan un mal funcionamiento en la esfera individual de cada uno de sus miembros, con el impacto que esto provoca en la persona con discapacidad.

Los periodos críticos del ciclo vital (crisis maritales, ruptura familiar, emancipación,  envejecimiento…) de las personas cercanas a la persona con discapacidad y la suya propia pueden distorsionar su participación.

En general, las situaciones estresantes afectan a todas las personas, que pueden ser más limitantes si además existen barreras físicas, emocionales o instrumentales. La coexistencia de varios factores de riesgo ambientales puede potenciar de forma escalar la limitación de la persona con discapacidad en la participación efectiva en sociedad.

El punto de inflexión es la normalidad, la aceptación de las diferencias interpersonales entre todas las personas con o sin discapacidad, de forma que las actitudes de unas con las otras sean favorecedoras de la integración en sociedad.

Fuente: www.psicoactiva.com


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Artículos de interés y actividades por la salud emocional