El interés en las prácticas de agradecimiento explotó durante la pandemia. La escritora inglesa Gina Hamadey explora el tema. Desde una experiencia personal, investiga sobre cómo y por qué decir “gracias” puede ayudar a esta mejor durante los tiempos oscuros.

No soy la única que encontró en la gratitud un mecanismo de supervivencia durante la pandemia. En febrero de 2021, términos de búsqueda como “Cómo agradecer al chofer del colectivo” o “Cómo agradecer a una enfermera” comenzaron a ser tendencia. En general, las búsquedas en Internet del término “¿Qué es la gratitud” se han multiplicado casi por seis. Pasaron de 1.400 búsquedas en enero de 2020 a 8.000 en enero de 2021; Durante el mismo período, las búsquedas de “mensajes de agradecimiento en el diario” se han triplicado a un máximo de casi 10.000 búsquedas en enero de 2021.

Las tendencias de compra indican lo mismo. Se ven en los datos de una tienda que vende un paquete de tarjetas que dicen “GRACIAS por su amabilidad y simpatía”, por ejemplo. ¿Cómo? Su venta aumentó 290% con respecto al 2019.

Nuestros instintos colectivos tienen un trasfondo. Los estudios muestran que la gratitud ayuda en tiempos difíciles. Y que ha demostrado ser especialmente reconfortante el año pasado. En diciembre de 2020, la Universidad de Surrey del Reino Unido planteó una pregunt. “¿Qué mecanismo de afrontamiento fue el más útil durante el encierro?”.  Se plantearon opciones: ¿centrarse en la nostalgia del pasado, la gratitud por el presente o la esperanza en el futuro? Con las respuestas descubrió que la gratitud y el optimismo eran mucho más efectivos para el bienestar de una persona que la nostalgia.

En mi caso, aprendí de primera mano que la gratitud es una medicina fuerte en 2018. Me pasé un año escribiendo 365 cartas de agradecimiento.

Se me ocurrió el concepto después de escribir una pila de notas de gracias a los donantes de una recaudación de fondos y darme cuenta de lo extrañamente curativo que se sentía. La paz y la calma se apoderaban de mí como una manta. Mi respiración y mi ritmo cardíaco parecían disminuir

Esa sensación de desaceleración del corazón era real. Un estudio de 2017 de la Facultad de Medicina de la Universidad de Yonsei en Seúl examinó los efectos de la gratitud y el resentimiento en el bienestar mental. Utilizó la frecuencia cardíaca como un indicador. Se detectó que ese ritmo era notoriamente más bajo mientras los participantes pasaban cuatro minutos pensando en agradecimiento para sus madres. Y eso se midió en comparación con pasar esos cuatro minutos concentrados en momentos o personas que los enojaban.

Cada mes de mi año de gratitud lo dediqué a un grupo diferente. Armé destinatarios como amigos, familiares, cuidadores, mentores profesionales y autores favoritos. Las ocho notas que le escribí a mi suegra a lo largo del año cambiaron la dinámica de nuestra relación. Me di cuenta de lo mucho que ella hace por nuestra familia y le conmovió lo mucho que me di cuenta.

Entre los muchos beneficios de la gratitud, experimenté una mayor sensación de resiliencia. Escribir las notas no solo me ofreció una sensación de calma a corto plazo, sino que facilitó la canalización de las emociones positivas en general.

“Cuando usamos cualquier red cerebral, ya sea para andar en bicicleta o tocar la guitarra, esas conexiones neuronales se fortalecen y se activan con mayor facilidad. Expresar gratitud y plantarse sobre sentimientos positivos hacia los demás refuerza estas redes. Facilita que el cerebro acceda a esa calidez”, explica Bret Stetka, quien escribió de “A History of the Human Brain”.

Tenga en cuenta: incluso cuando nada parece estar funcionando, la electricidad, las tuberías, la infraestructura de su ciudad, su sentido del humor, siempre hay algo (o alguien) que funciona. Solo tienes que mirar.

Autora: Gina Hamadey, en: elle.clarin.com 


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Artículos de interés y actividades por la salud emocional