La somatización se refiere a quejas físicas que ocasionan malestar, en ausencia de hallazgos clínicos que permitan justificar una causa orgánica. En el artículo se explicitan algunas características de estas patologías.

El rasgo principal de estos trastornos es la presentación reiterada de síntomas somáticos difícilmente explicables desde la fisiopatología, acompañados de demandas continuadas de pruebas complementarias y derivaciones, a pesar de repetidos resultados negativos y de continuas garantías de los médicos, de que los síntomas no tienen justificación orgánica.

La consulta de pacientes con síntomas somáticos sin una explicación clínica definida es frecuente en atención primaria de la salud. Es más habitual en mujeres y la edad de inicio suele ser antes de los 30 años. Representan del 15 al 25% de las consultas y de un 30 a un 70% de ellas permanece sin explicación tras su evaluación.

Estos pacientes consumen muchos recursos sanitarios por la solicitud de estudios innecesarios e interconsultas a especialistas. El diagnóstico no es fácil, ya que atribuir un síntoma físico a un trastorno mental tiene muchas implicaciones. Por ello es importante que, además de no encontrar una causa orgánica demostrable ni un mecanismo patológico conocido que los explique, exista la presunción razonable de que dichos síntomas están asociados a factores psicológicos, o al estrés.

El paciente puede presentar una amplia variedad de síntomas somáticos que afectan a diferentes órganos:

•Síntomas generales: astenia, cansancio.

•Musculosqueléticos: cervicalgias, dolores generalizados.

•Gastrointestinales: dolor y distensión abdominal, diarrea, estreñimiento.

•Cardiorespiratorios: palpitaciones, dolor torácico, sensación de falta de aire.

•Neurológicos: cefalea, mareos, debilidad muscular, alteraciones de la visión o de la marcha.

•Genitourinarios: disuria, prurito, dispareunia.

 Los síntomas más frecuentes son los musculosqueléticos, seguidos de astenia y fatiga. El diagnóstico inicial debe hacerse siempre después de descartar enfermedades médicas.

Los antecedentes de múltiples consultas en estos pacientes hacen que no sea aconsejable persistir en soluciones que fracasaron y que aumentarán la ansiedad del paciente y la frustración del médico. En general, no conviene discutir sobre el origen físico o psicológico de los síntomas. Se recomienda que el acercamiento a la problemática, por la que demanda el paciente (en este caso, sus síntomas) se base en la intención de transmitirle que comprendemos su sufrimiento, con el objetivo de fortalecer la empatía y el vínculo relacional.

Los trastornos descriptos entre las somatizaciones son:

•Trastorno por somatización. Se inicia antes de los 30 años y es de 9 a 10 veces más frecuente en la mujer. Este trastorno no se caracteriza por el número de molestias físicas, sino por el hecho de que afecten a múltiples órganos. Consulta por molestias derivadas de los síntomas y no por el miedo de padecer determinada enfermedad.

•Hipocondría. Lo que predomina es la preocupación, más que por los propios síntomas, por la convicción de tener una enfermedad grave. Existe un grado elevado de ansiedad acerca de la salud, y el individuo se alarma con facilidad por su estado de salud.

•Trastornos conversivos o disociativos. Estos pacientes refieren síntomas de alteración motora o sensitiva en los que los hallazgos clínicos aportan pruebas de la incompatibilidad entre el síntoma y las afecciones neurológicas o médicas reconocidas.

•Síndromes funcionales somáticos. Se encuentran en la frontera entre lo físico y lo psicológico, como el síndrome de fatiga crónica, la fibromialgia o el síndrome del intestino irritable. La ventaja de incluirlos como un síndrome funcional es que, al aproximarse al modelo médico, el paciente lo asume mejor.

•Comorbilidad con patología psiquiátrica. Es de destacar que los síntomas de ansiedad y depresión son mucho más frecuentes en estos pacientes. Es habitual que los trastornos mentales se presenten con síntomas somáticos. El 75% de los pacientes con depresión mayor o ataques de pánico consultan exclusivamente por síntomas somáticos.

En relación al tratamiento, el elemento terapéutico más eficaz es un profesional flexible y empático en la relación con el paciente. El tratamiento farmacológico ocupa un lugar secundario, salvo si coexiste otra enfermedad psiquiátrica que lo justifique. La psicoeducación y la psicoterapia son eficaces, ayudan a los pacientes a manejar sus síntomas y a desarrollar estrategias alternativas para expresar las emociones subyacentes.

El curso del trastorno es a menudo crónico. El paciente difícilmente estará sin síntomas; por ello, los objetivos irán encaminados a mejorar su calidad de vida, mantener una buena relación terapéutica con el paciente y ayudarle a mejorar su funcionamiento psicosocial. De esta forma, se conseguirá una disminución de las pruebas diagnósticas, la medicación y las derivaciones a asistencia especializada, con la iatrogenia consiguiente.

Dr. Claudio Oyarzabal Muñoz.

Médico Psiquiatra M.P. 23739  M.E. 14131

Miembro de Fundación Clínica de la Familia


Nota publicada en diario Puntal el sábado 19 de noviembre de 2016

Informar para la Salud - 23-07-16


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