La autora, con una intencionalidad preventiva, reflexiona y analiza los factores que condicionan las decisiones que debe tomar un adolescente en este momento de su vida.

La elección de una profesión es una instancia fundamental para la vida de una persona, ya que ubica a quien elige frente a la construcción de un proyecto de vida, el cual se va consolidando como un aspecto esencial de su identidad.

Este proyecto se transforma en vital, en tanto le otorga sentido a la propia existencia, dado que los seres humanos necesitamos proyectarnos como personas potencialmente sanas que aportan su saber y su trabajo a una comunidad y en un espacio y tiempo específico. De allí que en un sentido amplio del término, se entienda a la Orientación Vocacional-Ocupacional como un proceso de aprendizaje de la persona sobre sí misma, en su dimensión subjetiva (autoconocimiento de sus aptitudes, intereses, valores, expectativas, actitudes, etc.) y sobre la dimensión socio-cultural (diversidad de opciones de estudio que ofrece el medio, de capacitaciones laborales, características de las instituciones de formación, becas, etc.) para integrar dichas dimensiones, en una decisión realizada con la mayor autonomía y responsabilidad posible.

Si tenemos en cuenta que la finalización de la escolaridad secundaria encuentra a la mayoría de los adolescentes entre los 17 y 18 años, entendemos que resulte dificultoso tener “certezas” sobre la elección de la futura profesión al momento de realizarla, si quien elige se encuentra aún en una etapa de crecimiento y construcción de su identidad. Es un momento que les exige tomar decisiones sobre diferentes esferas de la vida con el agregado de “que dichas decisiones deberían ser definitivas, seguras a largo plazo, posibilitando un futuro exitoso en términos económicos, permitir el acceso a ciertos lugares sociales de poder, etc.”, entre otras expectativas, que los adultos tienen muchas veces sobre los jóvenes; con el agregado de que en este proceso vital,  no deberían “equivocarse ni perder tiempo”. Este momento de transición, de crisis, de desestructuración por estos cambios evolutivos y sociales (dejar de ser adolescente para pasar a ser adulto), está fuertemente  signado por el cierre de la escolaridad secundaria en la mayoría de los casos, lo cual  genera incertidumbre, temores, necesidad de reorganización interna, pero también necesidad de nuevas estructuraciones familiares y del contexto socio-afectivo del joven. Como todo proceso vital, es particular en cada persona, en la que su familia, amigos, escolaridad y experiencias de vida, inciden en cómo la persona concibe subjetivamente ese proyecto de estudio y/o trabajo, que formará parte de su proyecto de vida.

Las representaciones sobre profesiones y trabajos, están atravesadas por ideas, creencias y valores provenientes de contextos socioculturales específicos. Es frecuente observar imágenes distorsionadas, apreciaciones parciales y arbitrarias, que los jóvenes reproducen como certezas generalizadas sobre prácticas y aspectos de las profesiones, las que provienen de adultos cercanos, familiares, medios de comunicación, etc., que no se corresponden con  características reales de las mismas, y menos aún, con un potencial desarrollo de los campos laborales (difícil de imaginar a futuro, por el desarrollo tecnológico-cultural permanente, el entrecruzamiento de disciplinas, la creación de nuevos ámbitos de trabajo, etc.) Estas creencias surgen muchas veces por desconocimiento de lo que ofrecen hoy las diferentes carreras y las perspectivas de desarrollo en distintas esferas de la sociedad.

En ese sentido, la Orientación Vocacional-Ocupacional tiene una intencionalidad preventiva en tanto favorece la reflexión y el análisis de factores que condicionan las elecciones posibilitando la toma de conciencia de aspectos que favorecen o entorpecen el desarrollo de los proyectos de futuro, evitando decisiones apresuradas, fantaseadas, impregnadas de prejuicios, basadas en supuestos erróneos (“carreras fáciles versus difíciles, profesiones que dan plata versus las que no conseguís trabajo, carreras para mujeres y para varones, carreras del futuro versus las tradicionales”, etc.). La concepción sobre la que se sustenta la intervención profesional en orientación vocacional, entiende a “lo vocacional” como motivación, como energía afectiva que nos “orienta” hacia un campo o sector de la realidad, hacia actividades y objetos socio-culturales de los que disfrutamos, que nos generan curiosidad, que nos interesa conocer y comprender, y cuyo “hacer” nos satisface de manera personal,  pero también  en el impacto que dicha actividad tiene en la comunidad. Esas vocaciones (por ejemplo la investigación científica, la expresión artística, la asistencia y el servicio a los demás, el desarrollo tecnológico, el cuidado de la naturaleza, la comprensión de las sociedades, etc.) encuentran, efectivamente, una manera de desarrollarse a través del estudio de una carrera y del desempeño laboral  específico.

Ahora bien, estas elecciones se realizan en un mundo donde los cambios son cada vez más rápidos  y atraviesan todas las esferas de la realidad (procesos económicos, laborales, políticos, ecológicos), generando una cierta incertidumbre que caracteriza la vida y la proyección a futuro, atravesando  también, a los adultos. Si bien es imprescindible  tener proyectos y sueños porque son inherentes a la condición humana, sabemos que hoy más que en otros tiempos, los mismos se desarrollan por etapas, en procesos que pueden modificarse, detenerse para volver a movilizarse en otra dirección, o retomando el mismo camino pero incorporando aprendizajes y toma de conciencia de las situaciones que generaron las dificultades, todo lo cual no es otra cosa que crecer y madurar. Sin embargo, estos procesos que a veces no son lineales ni rápidos, pueden considerarse  “fracasos” bajo la mirada de un contexto sociocultural que plantea como ideal de felicidad la eficiencia, la rapidez, los logros a corto plazo, los éxitos en términos de poder y logros materiales, etc.

Sobre esta situación los padres, familiares y adultos significativos, deberíamos estar atentos para acompañar a nuestros jóvenes a través de la escucha, del ofrecimiento de oportunidades de ensayo, de reflexión, abriendo la posibilidad del diálogo para compartir vivencias y siendo honestos sobre la manera que los “grandes” hemos ido aprendiendo en nuestra vida: a partir de aciertos y errores, convirtiendo a estos últimos en  constructivos, para seguir adelante.

Esp. Silvia A. Luján – Psicopedagoga – MP 25-0386- Prof. Adjunta  de Orientación Vocacional
Integrante del Área de Orientación Vocacional U.N.R.C.

Informar para la Salud - 14-11-15


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