Pareciera que cada día que abrimos el periódico, entramos a redes sociales o vemos las noticias, hay una nueva y terrible historia de explotación y abuso infantil. Como consejera y educadora enfocada en prevenir el abuso sexual infantil, la gente a menudo me pregunta si el abuso sexual es más frecuente hoy que antes. Educadores y cuidadores quieren saber por qué pareciera que hay una explosión de nuevas denuncias.

La pregunta es legítima y no es fácil de responder: el abuso sexual sigue siendo un crimen que se reporta poco, aunque ahora hay más medios que nunca para que los sobrevivientes hablen de sus experiencias traumáticas. La luz está llegando poco a poco a los rincones oscuros donde los depredadores siempre se han escondido, y a aquellos que los albergan y asisten. Así que mientras las historias de abuso a manos de clérigos de confianza o incluso miembros de la familia son difíciles de leer y dolorosos de atestiguar, me emociona saber que finalmente estamos dándoles voz a quienes no la tienen. Las estadísticas muestran que al menos uno de diez menores de edad en Estados Unidos sufrirá de abuso sexual antes de cumplir 18 años; no podemos ignorarlo.

Es hora de enfocarse en la prevención. Los depredadores olfatean a quienes ya tienen problemas en otras áreas de su vida y pueden ser vulnerables. Sin embargo, hay muchas cosas que los padres y tutores pueden hacer para proteger a las criaturas:

• Enséñales que sus sentimientos importan y merecen respeto. Para los papás eso no significa dejarlos correr por la casa y hacer lo que les dé la gana, sino que cuando un niño comparte un sentimiento, hay que validarlo. Muchos papás conocen el clásico ejemplo de hacer una cena maravillosa con plato fuerte, varios acompañantes e incluso el postre; después, enfrentar a un niño que al ponerse la piyama anuncia que tiene hambre. Todos quisiéramos responder: “Eso no es posible” o “No tienes hambre” o algo menos correcto. Pero con un poco de cuidado podemos validar al niño y mantener nuestro estatus en la jerarquía del hogar. Intenta algo como: “Lamento que tengas hambre, pero tendrás que esperar al desayuno”, o “Ay, tienes hambre… hay una zanahoria en el refrigerador para ti” para validar los sentimientos de tus criaturas.

Respetar al niño y validar sus sentimientos le da un sentido del yo y le ayuda a reconocer sus propias emociones: ser capaz de reconocer nuestros sentimientos es el primer paso para saber cuando algo no se siente bien. Los depredadores confían en que los menores de edad son fáciles de manipular. Los que tienen una mejor sensibilidad respecto a lo que se siente bien y lo que no —y son capaces de comunicar esos sentimientos a adultos de confianza y que estos los validen— tienen una gran ventaja.

• Insiste en que son dueños de su cuerpo. Chicas y chicos necesitan comprender que nadie puede tocar sus partes íntimas, mirarlas o hablarles de sus partes íntimas fuera de las situaciones apropiadas, como en el consultorio médico. Comunícale este concepto a tus hijos desde los 2 años. Puede empezar cuando sea hora del baño o durante el entrenamiento de control esfínteres. Use lenguaje simple y apropiado para su edad: “Mamá te está lavando los ojos y los oídos y la espalda y el pene. Tu cuerpo es tan especial y te pertenece a ti. Nadie puede tocarlo porque este es tu cuerpo. Si alguien lo hace, dile a mamá de inmediato porque mi trabajo es cuidarte y mantenerte seguro; tocarte, especialmente en tus partes íntimas, puede no ser seguro”.

A medida que los niños crecen, esta conversación debe ser más detallada e incluir escenarios posibles, diálogos e incluso juego de roles. Asegúrate de que los chicos sepan que las reglas son para todos. Eso significa decir cosas como: “Nadie puede hacerte sentir incómodo, incluso si es tu tío, primo, tía o vecino. No está bien nunca y siempre voy a creerte”. Muchos niños no lo sabrán si no se los decimos.

• Asegúrate de que entienden la diferencia entre los secretos y las sorpresas. Hay que enseñarles que jamás deben mantener un secreto sobre sus partes íntimas. Un ejemplo que puedes usar es una visita médica, en la que es posible que alguien toque y mire sus partes íntimas. Eso está bien porque el doctor o la doctora se está asegurando de que estamos saludables, pero sobre todo porque no es un secreto. Los papás deben estar presentes cuando un niño está siendo examinado o saber de la consulta y después conversar con su hijo sobre lo ocurrido durante la examinación.

También, para equilibrar, hay que ayudarles a comprender el matiz entre secreto y sorpresa. Pedirle a un niño que no hable sobre el contenido de un regalo o una fiesta sorpresa puede ser confuso, así que hay que insistir en que las sorpresas y los secretos no son lo mismo. Quien recibe un regalo se va a enterar de la sorpresa y casi seguro se sentirá feliz y cómodo. Por el otro lado, un secreto que no debe contarse jamás no está bien y nos puede confundir, entristecer o hacer sentir asco. Este es un concepto crucial para los niños, porque los depredadores intentarán que los niños mantengan el secreto.

• Comparte tus historias con tantas sensaciones y sentimientos como sea posible. Los niños buscan en los adultos cercanos formas de entender lo que experimentan así que es útil compartir la propia experiencia. Esto les ayuda a aprender qué significa expresar los sentimientos y a poner en palabras cosas que no comprenden. No tienes que compartir historias de abuso, lo importante es modelar lo que significa seguir las corazonadas y los instintos. Las historias pueden ser tan simples como: “Estaba tan frustrada esta mañana porque me quedé atorada en el tráfico y sabía que iba a llegar tarde al trabajo. Sentía mariposas en el estómago y mis manos estaban tensas de apretar tan fuerte el volante”. Comunicarse así con los niños les permite compartir sus propios sentimientos de ira, confusión, felicidad y tristeza, y a comprender que otros pueden sentirse así.

• Pide permiso para tocar a un niño. Cuando les pedimos permisos pequeños a los niños, fomentamos la noción de que tienen control sobre su cuerpo. Así si, por ejemplo, se topan con un depredador sabrán reconocer lo que se siente distinto. Algo tan pequeño como preguntar: “¿Puedo acomodarte el cuello? Está torcido” le manda el mensaje de que tiene autonomía sobre su cuerpo. Practicar diálogos así pueden ayudar mucho a que un niño o niña reconozca que un depredador no pide permiso y le ayudará a identificar a esa gente tramposa.

• Dales el poder de decir “No” y de hablar con franqueza.Animar la honestidad emocional y los límites físicos ayuda a que adquieran control sobre su cuerpo. Dejar a una niña decir: “No, no quiero un abrazo, pero un apretón de manos está bien” le muestra que tiene alternativas. Pero, aun así, los chicos pueden ser incapaces de decir “No” a un abusador o de detener el abuso. La mayoría de los menores de edad que sufren abuso sexual no lo dicen, así que tenemos que decirles que incluso si no pudieron decir “No” o alejarse, lo más importante es contarle a alguien lo sucedido. Diles que les creerás sin importar lo que pase y que no van a meterse en problemas por decirlo.

Los padres, madres y cuidadores pueden ayudar a las criaturas a compartir historias de abuso y obtener la validación y la ayuda que necesitan. Prevenir el abuso es igualmente importante: al darles las herramientas necesarias, podemos ayudarles a aprender cómo mantenerse más seguros y apoyarlos en caso de que enfrenten una situación traumática.


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Artículos de interés y actividades por la salud emocional