En personas mayores de 60 años, la similitud de los síntomas conlleva el riesgo de confundirlas y no ser correctamente diagnosticada. En el artículo se explicitan los principales criterios a considerar.

En la aproximación conceptual que pretendemos realizar, debemos diferenciar lo que entendemos por «pseudodemencia» (sin el calificativo de depresiva), que se reserva para aquellos cuadros clínicos que semejan o mimetizan una demencia de carácter reversible que se presenta en el contexto de un trastorno psiquiátrico primario o funcional, donde el prefijo «pseudo» implica una alteración cognitiva que no es real. Del concepto de pseudodemencia depresiva, podemos considerar que es un síndrome clínico que caracteriza a un trastorno depresivo, de aparición habitualmente en el final de la vida adulta y tercera edad de la vida, donde la existencia de importantes alteraciones cognitivas tiene la suficiente entidad clínica para presentarse en primer plano e inducir a confundirla con una demencia.

Entonces, la pseudodemencia depresiva, no es en realidad una demencia, sino que se trata de sintomatología de déficit cognitivo, asociada a un trastorno psiquiátrico preexistente (en el 75% de los casos una depresión) que se inicia con alteraciones del estado de ánimo y luego da paso a un estado depresivo caracterizado por la inacción y el aislamiento. Aparecen algunos síntomas cognitivos, como trastornos de la memoria (inmediata y remota), falta de atención y concentración, confusión, desorientación temporo-espacial o alteraciones del juicio. Por último, se producen alteraciones del comportamiento, pérdida de habilidades sociales e inactividad. Cuando se produce en personas mayores de 60 años, la similitud de los síntomas conlleva el riesgo de confundirla con una demencia real y no ser correctamente diagnosticada.

Es importante reconocer las sutiles diferencias clínicas entre estos pacientes y los que padecen verdaderamente una demencia. De lo contrario, ésta situación inevitablemente derivará en una serie de complicaciones para el paciente al privarle de un tratamiento adecuado y efectivo en la mayoría de los casos. Está demostrado que la asociación de sintomatología depresiva y deterioro cognitivo tiene en la tercera edad de la vida una repercusión negativa sobre la esperanza y calidad de vida, una mayor morbimortalidad médica y psiquiátrica, un mayor deterioro funcional, una carga superior sobre los familiares, un mayor uso de los servicios y gastos sanitarios, etc.

Los datos clínicos sobre los cuales nos podemos apoyar para orientar el diagnóstico obedecen tanto al inicio y el curso de la sintomatología como a la clínica afectiva y las alteraciones cognitivas que presente el paciente. Así, en el caso de la pseudodemencia depresiva puede establecerse con más precisión el inicio del cuadro, pues tanto las alteraciones de carácter cognitivo, como la sintomatología afectiva, llaman pronto la atención de la familia, por lo que puede establecerse su inicio con cierta precisión en un período concreto de tiempo, siendo la familia consciente del trastorno y de su gravedad ante la rápida progresión de los síntomas y el inicio brusco, si bien no en todos los casos es así. En la demencia, el inicio del cuadro es lento, progresivo, por lo que resulta difícil determinar su comienzo, pasando frecuentemente inadvertido para la familia durante mucho tiempo. En la pseudodemencia depresiva, los síntomas depresivos tienen, en general, un inicio previo al deterioro cognitivo, mientras que en la demencia la depresión se presenta habitualmente con posterioridad al mismo. Además, en los test neurológicos los pacientes no sólo se quejan de sus síntomas, sino que responden con un “no sé” a muchas de las preguntas formuladas, mientras que los que tienen demencia muestran una total despreocupación por los síntomas y se esfuerzan por contestar correctamente a las preguntas.

En relación con los fallos de memoria en la pseudodemencia depresiva, se centran más en aspectos del pasado, con frecuentes lagunas de memoria para períodos o hechos específicos, los cuales no se manifestaban antes del inicio del cuadro afectivo. En el caso de la demencia, la alteración de la memoria suele ser más grave para hechos recientes y menos habituales los olvidos de períodos o acontecimientos significativos para el paciente.

En lo referente al diagnóstico, se sustenta en tres pilares fundamentales: la clínica, la respuesta al tratamiento antidepresivo y la evolución en el tiempo, donde las pruebas complementarias carecen de peso diagnóstico en el momento actual.

Los pacientes con pseudodemencia depresiva suelen responder bien al tratamiento de la depresión, con la restauración del estado de ánimo previo y desaparición del déficit cognitivo (aunque no siempre), no siendo así en los pacientes con demencia. 

Dra. Silvana Setti, Medica Psiquiatra – M.P. 34055/5

Miembro de Fundación Clinica de la Familia


Nota publicada en diario Puntal el sábado 5 de noviembre de 2016

Informar para la Salud - 23-07-16


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