En el artículo se describen los orígenes de este enfoque, como sus aportes en la resolución de problemas clínicos y sociales.

La familia como objeto de intervención terapéutica específica tiene poco tiempo en la psicología en general. En un primer momento, la familia era considerada de manera indirecta, como origen de las experiencias primigenias y de las relaciones objetales fundamentales desde la perspectiva psicoanalítica, como fuente de los primeros aprendizajes y condicionamientos desde la visión conductista y los enfoques humanistas la han tomado en cuenta en la medida en la que favorecía o no, la autorrealización del individuo. Recién a fines de los sesentas, ante las limitaciones de los enfoques anteriores para explicar los orígenes de la esquizofrenia es que surge el Enfoque Sistémico.

Este enfoque impone un quiebre en la conceptualización que se sostenía acerca de los “problemas” que llevaban a las personas a consultar; los mismos dejan de ser vistos como una característica del individuo, sino que más bien empiezan a comprenderse como resultado de las relaciones disfuncionales entre personas que interactúan en medio de estructuras sociales que pueden abordarse como un sistema (por ejemplo la familia), de esa manera deja de ser razonable visualizar las alteraciones psíquicas como procesos individuales.

El foco de la intervención sistémica, tanto si en la sesión está presente toda la familia como si sólo se cita a un miembro, ya no es el individuo como supuesta «fuente» de la patología, sino las características de la organización del sistema en el que el motivo de demanda tiene sentido. Esta visión de la mente como proceso socialmente distribuido, junto con el interés terapéutico por las pautas que conectan las interacciones del sistema familiar, es distintivo de la Terapia familiar Sistémica.

Mucho más que una manera determinada de hacer terapia, se trata de una determinada forma de pensar los procesos de interacción y las relaciones entre las personas como partes de un sistema, se considera que para entender a un sujeto es imprescindible conocer sus vínculos con los sistemas a los que pertenece, por ejemplo el estudiantil, el laboral, comunitario y, fundamentalmente, el familiar.

Los conceptos y métodos terapéuticos que conforman la Terapia Sistémica pueden aplicarse tanto a parejas, equipos de trabajos como también a personas individuales. Se centra en la búsqueda de soluciones, siendo el foco de la intervención un intento de introducir un cambio significativo en la interacción del sistema (familiar, laboral, aúlico) que haga innecesaria la manifestación sintomática del paciente identificado.

Otro aspecto que diferencia a esta modalidad terapéutica es que la frecuencia y la cantidad de las sesiones suele ser menor que la observada en otras orientaciones. Puede mediar bastante tiempo entre una sesión y la siguiente, mientras que el número total de sesiones se sitúa en un promedio de entre 10 -14 sesiones aunque el tiempo de atención dependerá del proceso psicoterapéutico y de los objetivos pactados.

En general, cualquier situación o problema que afecte a las relaciones entre los miembros de la familia, su funcionamiento y su rol de apoyo, puede beneficiarse de la terapia familiar sistémica. Del mismo modo, cualquier problema de un individuo que afecte sus relaciones familiares y sus contextos más amplios se beneficiaría de un enfoque sistémico. Involucrar a los miembros de la familia o de la red social en el tratamiento puede ayudar a evitar la patologización de un individuo y también a abordar el problema de manera más eficaz.

La terapia sistémica se ha implementado -y se implementa- en la atención de diversos problemas. A modo de ejemplo: psicosis, discapacidad, trastornos de conducta en niños y adolescentes (en este caso es muy importante el trabajo con todo el sistema familiar, especialmente con los progenitores, ya que son estos los que tienen poder a la hora de introducir cambios en sus pautas de transacción y en el modo de visualizar su realidad), problemáticas de parejas (sea para resolver la crisis a través del afianzamiento de su relación o para llegar a una ruptura de la pareja de una manera determinada), violencia, abuso sexual, depresiones, trastornos de la alimentación, trastornos de descontrol como las adicciones, familias ensambladas y temáticas de divorcio. Y al ampliarse más allá del individuo, la pareja y la familia, a problemas en organizaciones laborales y educacionales, en comunidades, y problemas psicosociales como migraciones, efectos de cambios económicos y guerras.

Lic. Cecilia Medina. Psicóloga M.P. 3875

Miembro de Fundación Clínica de la Familia.

Docente Universidad Siglo 21.

Informar para la Salud - 14-02-15


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