El rol como padres requiere de permanente reflexión sobre aspectos como los límites, la responsabilidad, la autoridad, la tolerancia a la frustración y la asertividad.

“A los hijos hay que criarlos con un poco de hambre y un poco de frio” dijo el Dr. Vicente Tapounet. Metáforas como estas, o la expresión del papa Francisco: “dos o tres palmadas en el traste no le vienen tan mal..”. están significando la necesidad de establecer en la educación de los niños ciertas pautas de crianza y/o medidas correctiva-educativas, que ayudan al desarrollo psíquico y emocional. Este modelo educativo bajo ningún aspecto establece que la medida correctiva deba ser el castigo físico, ya que estaríamos ante la presencia de una expresión de maltrato.

Entendiéndose como tal aquella “acción sistemática y única manera de vincularse que tiene el adulto con el niño”. De lo que se habla es de ir instaurando un ordenamiento, que lo fortalezca para una vida social y productiva.

Los encargados de esto son los adultos que acompañan la vida del niño y estas pautas se irán incorporando paulatinamente según la etapa del desarrollo, para protegerlo y mejorar su calidad de vida.

Muchas veces nos encontramos con niños que desde algún diagnóstico ligero se los rotula como “hiperactivos”, cuando en realidad estamos en presencia de niños, que no reconocen; ni aceptan la autoridad; que en la escuela molestan a sus compañeros; desaprueban y desafían a los adultos; que manejan un liderazgo negativo y a los que muchas veces también son excluidos por sus pares.

Sí estas conductas no son corregidas desde temprana edad, se establecen como parte de esa personalidad y ya siendo adolescentes, aparecen muchas veces en la consulta como el chico problema, que vive transgrediendo las normas, que hace caso omiso a la ley (entiéndase en la familia; escuela o sociedad) o que experimenta permanentemente, situaciones de riesgos.

Si bien lo referido más arriba, también es una característica de la adolescencia como el ejercicio de probación de límites para el logro de una seudo-independencia, se torna muy difícil que los adultos puedan ejercer la autoridad en este momento, cuando no hubo desaprobación anterior de esas conductas, aplicando medidas correctivas.
Por eso la importancia de reconocer esas herramientas e ir aplicándolas como pautas de crianza desde muy temprana edad, como ordenamientos básicos e indispensables, que formarán parte de una personalidad que diseñe y anticipe acciones, para disminuir riesgos y fortalecerse como sujeto social.

¿Cuáles son esas herramientas?:
Los límites son el bastión y una demostración de amor y responsabilidad. La puesta de límites saludables tiene varios objetivos: Que entiendan el sentido de las reglas y aprendan a respetarlas (reconocimiento de la autoridad) porque las entienden y no por miedo u obediencia ciega; Que desarrollen la capacidad de controlar sus impulsos (tolerancia a la frustración); Que desarrollen empatía (capacidad de colocarse en el lugar de otro); Que empiecen a aprender a tomar decisiones (asertividad) y a responsabilizarse de los resultado; Que aprendan a pensar, desarrollar y madurar su conciencia, sobre lo que está bien y lo que está mal.

Debemos partir de que:
• Ningún padre o madre es perfecto y que muchas veces repetimos los patrones familiares que hemos recibido siendo niños. Hoy desde nuestro lugar de padres, tendemos a repetirlos o reaccionarlos (que ellos no vivan lo mismo, por ser experiencias displacenteras).
• Que poner límites no quiere decir reaccionar a lo que hacen mal. Poner límites es enseñarles lo que está bien. Para poner límites no hay que estar enojado, sino convencido. Poniendo límites de manera saludable, los ayudamos a fortalecer el control de sus impulsos, a aprender a actuar de acuerdo con su voluntad y pensamiento, y no por imposición ajena.
• Que decirles que NO, es hacerlos más fuertes ante las frustraciones. La frustración es el sentimiento que surge cuando no logramos nuestros deseos. Si los adultos cometemos el error de darles todo lo que piden permanentemente, no pueden ejercitar el sentimiento negativo de un deseo incumplido. Y la base del problema no está en el dolor y la frustración que vivimos, sino en nuestra actitud ante ellos y hasta donde nos desmotiva, para intentar nuevamente. Si al llegar a la edad adulta, esa actitud no se ha modificado, ninguna negativa se hace tolerable y provoca un sentimiento de dolor; ansiedad, depresión, angustia, enojo crónico, etc.

De esta forma estamos enseñando a:

• Adquirir la habilidad para comprender que el mundo no gira a su alrededor, y donde sus deseos se deben cumplir en la inmediatez.
• Reconocer y comprender al otro con deseos y necesidades.
• Poder enfrentar los problemas y limitaciones que tenemos a lo largo de la vida e intentar nuevos logros o búsqueda de objetivos, nuevamente.
• Enfocarse en buscar soluciones saludables y abandonar una actitud de vivir situaciones o experimentación riesgosa para mitigar los malestares.
• Alimentar la motivación y perder el miedo al fracaso, haciendo elecciones libres y maduras (carreras universitarias, proyectos laborales, vida afectiva etc.)
Debemos ayudar a que nuestros hijos puedan enfrentar el desafío de convertirse en adultos, pudiendo transitar la adolescencia lo menos brusca y riesgosa posible. Al logro de la autonomía personal, familiar y social. Nosotros los adultos somos sus artesanos y tenemos la responsabilidad de ayudarlos para que lo logren.

Invitada. Lic. Lilian Jaule – Lic. Psicopedagogía  – Mat- 22-1428
Informar para la Salud - 19-09-15

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