Nota publicada en diario Puntal el 15 de diciembre de 2012

Mientras que las mujeres suelen padecer anorexia, los varones sufren más frecuentemente el cuadro opuesto: la Vigorexia, que hace que se vean débiles, mientras aspiran a un físico perfecto, fuerte, musculoso, voluminoso

Las alteraciones en el esquema corporal y la baja autoestima no son sólo patrimonio del sexo femenino. Los hombres también son sensibles a todos los cambios socioculturales, el entorno y la época. En la sociedad altamente competitiva y de consumo que nos rodea, donde los nuevos valores son el culto al cuerpo y la imagen perfecta, encuentran un caldo de cultivo nuevas patologías relacionadas con la ilusoria búsqueda de la perfección física y la salud total, como la Vigorexia

En un principio, este trastorno fue definido como “anorexia reversa”, ya que comparte con la anorexia nerviosa la distorsión de la imagen corporal, pero en sentido inverso: la persona se obsesiona por aumentar su masa muscular para salir de un cuerpo que ve siempre delgado y débil para llegar a uno voluminoso, musculoso.

Este tipo de patología comenzó a detectarse en los físicoculturistas, que practican ejercicio compulsivamente para aumentar el volumen y que presentan pensamientos obsesivos sobre su propio cuerpo.

La vigorexia afecta la vida social ya que concurren excesiva cantidad de horas al gimnasio y evitan situaciones sociales para no mostrar su cuerpo. Muchas veces se los cataloga de vanidosos, pero en realidad su intención no es verse “genial”, sino que sólo quieren sentirse aceptables.

Las manifestaciones más importantes son: insatisfacción corporal, permanente auto observación en el espejo para comprobar el tamaño de los músculos, pensamientos obsesivos sobre no ser lo suficientemente fuertes, ansiedad o depresión, comportamientos alterados en la vida social, familiar y sentimental, necesidad compulsiva de realizar ejercicio, excesivo control de la dieta alimentaria, consumo de sustancias para el desarrollo de masa muscular (esteroides anabólicos, hormonas de crecimiento).

En el origen de la vigorexia intervienen factores socio ambientales (medios de comunicación, publicidad, práctica deportiva), psicológicos (baja autoestima, perfeccionismo) y fisiológicos (como el uso de anabólicos y otras sustancias).

La persona afectada no busca ayuda por sí sola

La persona que padece vigorexia necesita reconocer que tiene un problema. Pero la decisión de encarar un tratamiento generalmente no es voluntaria. Estas personas suelen encontrarse en buen estado de salud, por lo menos en cortos plazos, y no presentan riesgos evidentes de vida que los obliguen a tratarse. Por eso, el principal obstáculo suele ser persuadirlos de que necesitan ayuda.

En su mayoría, llegan a la consulta por los efectos adversos provocados por el régimen de ejercicios, dieta o sustancias que consumen, o bien son llevados por familiares y amigos, después de haber caído en una depresión cuando todos los aspectos de su vida se han visto afectados.

El tratamiento requiere de un abordaje multidisciplinario que posibilite una comprensión global y una intervención holística de todos los aspectos que se ponen en juego.

No obstante, el factor más difícil de combatir, es ese mensaje que insistentemente es transmitido por los medios de comunicación: el culto a la imagen, que impone un canon de belleza que supera lo saludable y le exige al sujeto lucir cada vez mejor. El hecho de que nuestra apariencia se encuentre lejos de esa imagen ideal, nos ubica en un lugar de mayor insatisfacción con nosotros mismos.

Es importante que quienes conviven con estas personas faciliten o potencien los espacios de diálogo ya que en realidad ellos necesitan hablar de sus sentimientos de soledad, vacío e insatisfacción. Aprender a tolerar la frustración y desmitificar aquello que ven como ideal, les permitirá ejercicitarse a niveles saludables y acordes a lo que el cuerpo necesita.

Además, es recomendable seguir un plan alimentario, nutricionalmente supervisado, para introducir progresivamente cambios en la dieta restringida impuesta y también, en caso de ser necesario, se utilizarán psicofármacos con supervisión médica para tratar la sintomatología ansiosa o depresiva que se presente.

Lic. Marisa Montiel (M.P. 7121.), Dra. Paola Desiervi Quiróz. (M.P. 30937/4). Miembros de Fundación Clínica de la Familia.

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