Históricamente existen en el mundo la angustia y la infelicidad, los médicos en virtud de responder a las demandas de los pacientes en tener un diagnóstico, les ponemos nuevos nombres y entonces se convierten oficialmente en enfermedades.

Muchas infelicidades de las personas no son enfermedades, pero es cierto que nos hacen sufrir, nos limitan y nos obligan a solicitar ayuda. Entonces, ¿Cuáles son estas nuevas patologías?

El estrés es un trastorno relacionado con el estilo de vida moderno, no es una enfermedad, es un proceso que surge cuando la persona no consigue adaptarse a las exigencias de la vida. Cuando las situaciones o sucesos de la vida son percibidos como amenazantes por el individuo, se pone en marcha una respuesta de alarma y acción excesiva e inapropiada. El estrés no es una enfermedad, pero sí condiciona el riesgo de enfermar. Del estrés se derivan depresiones, angustias, agotamientos, rupturas, fracasos personales y profesionales. Alguien ha dicho que junto con las enfermedades reumáticas y respiratorias, el estrés constituye la tríada de la llamada: «Malaria urbana».

En la actualidad ciertos trastornos específicos motivados por estados de estrés son reconocidos oficialmente como enfermedades, por ejemplo, el trastorno por estrés postraumático; el trastorno por estrés grave, secundarios a situaciones como los abusos y malos tratos, las catástrofes y accidentes, los actos de violencia y terrorismo. En tercer lugar, estarían los mal llamados: trastornos adaptativos, es decir, los problemas emocionales y comportamentales que se derivan de la incapacidad de las personas para adaptarse a situaciones estresantes habituales, como problemas laborales, económicos, familiares, etc.

Dentro de los nuevos trastornos relacionados con el estrés, se encuentra el denominado burnout o «síndrome del quemado», que es un síndrome de agotamiento por desgaste profesional. Se trata de una de las patologías emergentes más preocupantes, ya que no sólo afecta a muchos profesionales, sino que lo sufren maestros, profesores, personal sanitario, cuerpos de seguridad, funcionarios, etc. Este se caracteriza por la aparición de agotamiento psicofísico, la proyección hostil hacia los beneficiarios del propio trabajo  y sentimientos de fracaso profesional y personal. Las complicaciones más frecuentes son depresiones, enfermedades psicosomáticas, consumo de alcohol, drogas o fármacos, rupturas profesional o familiar. La prevención y tratamiento son posibles, pero exigen cambios profundos a nivel laboral, profesional, institucional, y sobre todo ajustes de los mecanismos de adaptación propios que pasan por el aprendizaje de métodos de afrontamiento del estrés, la mejor preparación profesional, la mejoría de las condiciones psicofísicas y el abordaje médico de las complicaciones sobrevenidas.

La soledad tampoco es una enfermedad, pero igualmente condiciona riesgos importantes para la salud de las personas, especialmente para los grupos más vulnerables como los niños, los ancianos, o los enfermos mermados en sus capacidades de adaptación.

La soledad puede ser subjetiva y objetiva, puede ser deseada y productiva o puede convertirse en una tortura. Sería práctico distinguir entre soledad normal y soledad patológica. El síndrome de Diógenes es una especie de «soledad maligna» que se caracteriza por deterioro de las relaciones, aislamiento absoluto, rechazo de las relaciones y ayudas, abandono higiénico dietético y grave deterioro de la salud, que muchas veces acaba con la muerte en soledad y convirtiéndose en escabrosa noticia de prensa.

Podría pensarse que la soledad es peor en esos niños que salen solos, vuelven solos, comen solos, ven la tele solos. O de esos jóvenes adolescentes, con madres y padres que trabajan mucho y hablan poco;  de esto a la patología no hay más que un paso. La depresión o en el peor de los casos, la adicción.

Las adicciones más comunes son al ­tabaco, el alcohol y las drogas. Pero también, existen las adicciones comportamentales,  como la ludopatía y cada vez más frecuentes la adicciones electro lúdicas. Que consisten el abuso y dependencia de aparatos electrónicos (todos ellos). La población más susceptible son los niños y adolescentes, las amas de casa y los inactivos laboralmente.

Muchas personas desarrollan estas dependencias por sentirse solos o inadaptados y entonces necesitan un psicólogo o un psiquiatra que les alivie sus sufrimientos y limitaciones. Para resolver estos problemas se pueden utilizar diversas técnicas de intervención psicológicas y tratamientos farmacológicos, siempre indicados por un profesional idóneo para lograr la tan ansiada mejoría.

 

Dra. Paola Desiervi. Medica Psiquiatra – M.P. 30937

Miembro de Fundación Clínica de la Familia

 

Claves:

El estrés no es una enfermedad, pero sí condiciona el riesgo de enfermar. Del estrés se derivan depresiones, agotamientos, rupturas, fracasos personales y profesionales. Alguien ha dicho que junto con las enfermedades reumáticas y respiratorias, el estrés constituye la tríada de la llamada: «Malaria Urbana».

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