Cuando los hogares argentinos se cerraron para cumplir con la cuarentena impuesta por el coronavirus, los memes aparecieron como la posibilidad de asomarse a lo que sucede puertas adentro. Imágenes como la de una hilera de botellas de cerveza verdes haciendo de frontera entre una casa y un descampado, y una leyenda en letras mayúsculas amarillas que avisa: “Dos semanas más de cuarentena y termino la medianera”. O una imagen de Morticia Addams, que mira de reojo sosteniendo una taza de té entre sus manos, y pregunta: “¿Cómo les va con el aislamiento? ¿Ya se dieron cuenta que no eran bebedores sociales?”. La viralización de aquellos chistes sobre el consumo de alcohol despertó el interés en un grupo de investigadores e investigadoras del CONICET en el Instituto Gino Germani (IIGG), que lanzaron un relevamiento para conocer cuánto se bebía antes y cuánto durante la cuarentena, y comprobaron que se triplicó el número de personas que consumen bebidas alcohólicas todos los días.

“Como equipo venimos de una larga trayectoria de investigación sobre drogas ilegalizadas y legales, consumo de cocaína endovenosa y contagio de VIH/sida, consumo de drogas de diseño recreativas en sectores medios y medios altos, de alcohol en adolescentes y, en los últimos tiempos, consumo de cocaínas fumables en poblaciones de alta vulnerabilidad. En todos esos estudios, el consumo de alcohol estuvo siempre presente, permeando las distintas clases sociales, las distintas edades y los géneros –cuenta Ana Clara Camarotti, investigadora del CONICET que encabezó el estudio junto a Daniel Jones, también investigador del CONICET, ambos integrantes de un equipo del Área de Salud y Población del IIGG-. Cuando revisamos las estadísticas, vimos que el alcohol es la droga más consumida a nivel mundial y sus efectos problemáticos son altísimos para la salud pública. Por ello, desde hacía tiempo teníamos muchas ganas de hacer un trabajo de investigación específicamente sobre consumo de alcohol”.

Según la encuesta, que circuló de manera online entre el 4 y el 8 de mayo, durante la cuarentena crecieron los dos polos de la frecuencia de consumo: se duplicó el número de quienes no toman bebidas alcohólicas y se triplicó la cantidad de personas que toma todos los días. Esa multiplicación del número de personas que afirman consumir bebidas alcohólicas se registró, con mayor énfasis, en el grupo de 35 a 44 años, entre quienes casi se cuadruplicó (de 4.6% a 18.1%). “Hay una suerte de presente continuo a través de la repetición de un día tras otro, que se traduce en una indiferenciación entre días laborales y de descanso también en lo que refiere a tomar alcohol”, explica Jones.

El relevamiento llegó a casi cinco mil personas de 18 años o más que cumplían entre 45 y 50 días de cuarentena en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). Entre ellos, por otra parte, se duplicó el número de personas que mencionan directamente no consumir bebidas alcohólicas (eran 8.5% antes de la cuarentena, y 15.95% durante la cuarentena). En el grupo de 18 a 24 años, este porcentaje se cuadruplicó (de 5.2% a 20.7%). Por otro lado, se redujo a la mitad el porcentaje de quienes consumían bebidas alcohólicas exclusivamente los fines de semana (ya sea algunos al mes o todos los fines de semana). “Los resultados muestran numerosos y diversos cambios en el consumo de bebidas alcohólicas, al menos para un porcentaje significativo de la población alcanzada por este estudio, que fue población mayoritariamente femenina y con un alto nivel de educación formal en su gran mayoría”, aseguran las y los investigadores que realizaron el estudio.

En el trabajo se refleja que durante la cuarentena se incorporó el consumo de bebidas alcohólicas a nuevas situaciones de la vida cotidiana: entre quienes consumieron, casi un 20% comenzó a tomar alcohol durante la cena y cerca de un 15% mientras lee o escucha música o mira televisión. Por otro lado, quienes consumieron alcohol durante la cuarentena dieron cuenta del aumento en ciertas bebidas, especialmente el vino (el 40% de estas personas aumentó el volumen consumido) y la cerveza (en el 25% de los casos). Entre las razones para tomar más alcohol, prevalecen las que suponen una desorganización del tiempo (42.2% porque tienen más tiempo libre y 29.4% por la falta de una rutina estable) y la afectación emocional provocada por la cuarentena (33.6%). Y quienes afirmaron estar consumiendo menos alcohol durante la cuarentena, señalaron mayoritariamente la falta de salidas o eventos sociales (70%).

Pese a estos cambios en los patrones de consumo, resulta significativo que nueve de cada diez personas que declaran haber tomado más durante la cuarentena no crean que esto afecte su salud, sus vínculos (familiares, de amistades y de pareja) o su trabajo. Es decir, no consideran su consumo problemático para alguna dimensión relevante de sus vidas. “En las clases medias, en general, el consumo de alcohol no es visto como problemático, salvo situaciones muy excepcionales, donde ya se considera alcoholismo –advierte Jones-. Por ejemplo, un varón puede jactarse de su ´cultura alcohólica´ que se reflejaría en la resistencia física para no emborracharse, pese a haber tomado mucha cantidad de alcohol. Un grupo de mujeres jóvenes o de mediana edad pueden salir a un bar de tragos y mostrarlo en su Instagram. Vivimos en una cultura donde el consumo de alcohol, a diferencia de las drogas ilegalizadas, tiene alta legitimidad”.

Las y los científicos que llevaron adelante el estudio se vieron sorprendidos, sobre todo, por la fuerte asociación del consumo de alcohol con las salidas y los eventos sociales, que se reflejó entre los más jóvenes. “Y en términos de perspectiva de género, nos resultó particularmente llamativo que quienes dijeron haber reducido el volumen de alcohol a partir de la cuarentena para cuidar su salud son, especialmente, los varones. En función de nuestra experiencia en investigación en salud son, en general, las mujeres quienes muestran una mayor preocupación por el cuidado de la salud propia y de sus familiares, y en torno a quienes, en términos sociales, se construye el rol de cuidado, no sólo familiar sino también comunitario”, describe Paloma Dulbecco, becaria doctoral del CONICET y parte del equipo. Además, menciona que se suele recurrir al uso humorístico de “stickers” de figuras públicas que son mujeres para señalar lo excesivo del consumo en conversaciones y grupos de Whatsapp. “Si se reemplazaran esos stickers por otros de personalidades políticas o periodísticas que fuesen varones, ¿tendrían los mismos efectos e impactos?”, se pregunta.

A futuro, las y los investigadores no vislumbran que el aumento en el volumen de consumo de alcohol detectado entre las personas encuestadas pueda repercutir necesariamente a nivel social. “Si prestamos atención al hecho que nueve de cada diez encuestados que aumentaron el consumo consideran que no es problemático, podríamos entrever cierto `consumo controlado´, por así decirlo. En todo caso, que el aumento de consumo repercuta de alguna forma a nivel social será condicional a la evolución del contexto socioeconómico más general”, advierte Santiago Cunial, estudiante de doctorado de la Universidad de Pennsylvania y parte del proyecto. “Creemos que es necesario relativizar la idea de que se produjo un aumento del consumo –concluye Martín Güelman, becario posdoctoral del CONICET y también parte del equipo-. Frente a ciertos prejuicios instalados, nos interesa remarcar que se cuadruplicó el número de jóvenes de 18 a 24 años que no consume bebidas alcohólicas. Por otro lado, también se cuadruplicó el número de adultos de 35 a 44 años que consumen todos los días. En función de estas tendencias divergentes, resulta difícil proyectar escenarios generales, sobre todo, en un contexto tan excepcional como el que estamos viviendo”.

Fuente: www.conicet.gov.ar


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Estudios científicos en adicciones