Nota publicada en diario Puntal el día 8 de diciembre de 2012

Incomprendidas, reprimidas o ignoradas, suelen parecer un enigma para los adultos. En esta entrevista, la licenciada Ana María Bringas explora las claves para relacionarse mejor con el mundo afectivo de los más chicos

Los adultos no suelen tener una buena relación con las emociones de los niños, sobre todo con aquellas que significan perturbaciones en su propio mundo, cuyo caso paradigmático es el enojo. Un atajo común en padres y docentes es reprimir estas manifestaciones, pero con ello se corre el riesgo de provocar daños psicológicos en los niños. En cambio, es posible comprender y hasta reconciliarse con la rabia de los chicos. Eso es, precisamente, lo que sostiene en esta entrevista la licenciada Ana María Bringas (MP 2621, ME 470), especialista en psicología clínica de niños y docente de postgrado la U.N.C. En octubre, la psicóloga brindó una capacitación sobre la emocionalidad en la niñez, organizado por la Fundación Clinica de la Familia, donde abordaron de las claves para comprender este mundo para muchos desconcertante

-¿Cuáles son las claves para entender las emociones en los niños?

-Tienen que ver con reconocer, valorizar, aceptar, la emocionalidad en los niños. Y también reconocer que no hay emociones buenas, malas, feas o lindas: la emoción es lo más genuino que el ser humano tiene. La emoción tiene un componente de modificaciones neurofisiológicas; es altamente orgánica. Entonces, cuando surge, no se la puede acallar ni frenar. Al menos, no sin que tenga consecuencias para la salud afectiva de ellos.

-¿Cuáles son las características  de las emociones de los niños?

-Hay muchas más emociones de las que comúnmente conocemos. Muchas más además del miedo, el enojo, la tristeza, la alegría. Además de éstas, se consideran como emociones la sorpresa, la inquietud, por ejemplo, que es diferente a la de la angustia. En el modelo que yo tomo, de la Gestalt con niños, se le da muchísima importancia al enojo. Si no se la acepta, si no se la reconoce, seguramente va a buscar algún otro camino en el organismo del niño para salir. Por ejemplo, se puede dar el caso de niños que tienen dolores de cabeza o miedo, que a veces no es sino un enojo que no ha podido salir.

-¿Cómo se trabajan las emociones en los niños?

-El trabajo, sobre todo con el enojo, es intentar que el niño acepte que está enojado. Hay que tratar que esta emoción salga de una forma saludable, que no produzca daños a terceros ni a sí mismo. Son técnicas que ayudan a expresar la emocionalidad que, si no se expresa, va a atentar en contra nuestro. Hay que reconocer las emociones porque cumplen una función. Por ejemplo, el miedo sirve para atacar o huir, el enojo que sirve para poner límites, que es una reacción ante la invasividad.

-¿Este es un trabajo que también pueden hacer los padres?

-Si. Es muy bueno cuando pueden comprender esto y hacerlo con sus hijos, por supuesto. De hecho, yo hago talleres para padres, incluso en las escuelas. Lo que hay que trabajar es que los padres puedan diferenciar la emoción del niño de la propia. Si mi hijo se enoja, y yo como adulto me enojo por eso, comenzamos una escalada que no tiene fin. El enojo del niño no se puede suprimir con el enojo de los adultos.

-¿Se pueden sugerir algunas recomendaciones, tanto para padres como para docentes?

-El tema está en aceptar lo que está sucediendo, lo que no significa que el niño va a hacer lo que quiera, porque las reglas existen igual. Pero se trata de que los adultos no tomen como algo inaceptable la expresión de las emociones. El niño se puede enojar, también puede estar triste y éstas son emociones que resultan más fáciles de aceptar para padres y docentes. El tema es cuando se trata del enojo, porque perturba. Muchas veces esto se confunde con el niño violento, y son cosas totalmente diferentes, pertenecen a categorías diferentes. El enojo es una emoción natural, orgánica y genuina. Pero la violencia tiene otros componentes: es una acumulación de heridas profundas, de abandonos. Por otro lado, muchas veces, el adulto ve violencia cuando no la hay.

-¿Cómo ayudar a los docentes con niños que están todo el tiempo enojados?

-Los adultos tenemos límites: hay cosas que podemos hacer y cosas que no podemos hacer. A veces, hay niños que no pueden estar tranquilos en la escuela, y no porque los docentes dejen de hacer algo. Hay niños que están en una crisis de angustia importante, y no depende de la estrategia que utilice la maestra. Por eso, hay que descubrir lo que ese niño está necesitando, qué es lo que está tratando de que los adultos comprendan de él. Debe haber un acuerdo entre los padres, los docentes y el terapeuta, porque si los adultos no podemos hacer acuerdos, el niño difícilmente pueda modificar su manifestación conductual. Ahora, cuando hay un niño que perturba a la clase, es seguro que no tiene algo menor. Y tampoco es fácil de modificarlo.

 Entrevista: Lic. Lucila Sobrero (M.P. 6071) y Lic. Valeria Figueroa (M.P.  6672)

Miembros de Fundación Clínica de la Familia.


Escucha la entrevista en el micro de Informar Para la Salud en Fm Digital 91.9 realizada el día 11 de diciembre de 2012:


Informar para la salud 7


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